Libro

Los Anteojos y el Lápiz

Los Anteojos y el Lápiz, joya literaria, ofrece en la primera parte, un agudo estudio sobre la vida y la obra del poeta Barba Jacob y otros ensayos críticos sobre el arte y la literatura. Sumamente importante es la actualidad palpitante hoy de las críticas de Upegui Benítez, escritas hace 70 ó 60 años.

En la segunda parte de Los Anteojos y el Lápiz, una serie de crónicas de viaje por Centroamérica recrean la cultura y la idiosincrasia del latinoamericano de la primera mitad del siglo XX. Entre el humor y la jocosidad, se descubren elementos históricos y autóctonos valiosos en extremo. Este documento patrimonial, que guarda gran vigencia, son escritos seleccionados por el autor en 1974, mucho antes de su muerte, sucedida el 16 de septiembre de 1995.


¿Cómo pensar nuestra realidad?

Prólogo para Los Anteojos y el Lápiz 

por Claudia Mejía Quijano


Mi visión de Alberto Upegui Benítez sobre el que escribo, sólo se refiere a un “intelectual” que lee, piensa, reflexiona, critica, escribe y propone. Es este intelectual quien nos habla en estos Ensayos y Crónicas, de una manera personal aunque inmerso en su época. Algunos comentarios pueden parecer por esto “caducos”, pero si hacemos el esfuerzo de situarnos en los años 40 ó 70, cuando fueron escritos, podremos apreciar la originalidad y la actualidad de muchas afirmaciones de Upegui Benitez.

Es importante insistir en esta distancia temporal porque entre el autor y nosotros el mundo ha vivido la revolución tecnológica  (informática con internet, biológica con la fecundación in vitro, geográfica con los viajes espaciales, etc.). En cuestión de dos décadas ha cambiado nuestra manera de sentir los límites temporales y espaciales. El mundo de la guerra fría, dividido en dos superpotencias, el universo colombiano antes de la “apertura económica”, aislado en sí mismo, son sólo ya un recuerdo para quienes lo vivieron y una extrañeza del pasado para las jóvenes generaciones. Desde ese pasado Upegui Benítez nos habla y si lo situamos en su contexto podremos entonces oir la actualidad de su pensamiento.

Upegui Benítez tiene 48 años cuando prepara Los anteojos y el lapiz. El estilo de su escritura se formó bien antes, entre los años 40 y 50, lo que es patente en la influencia gálica de su prosa, particularmente presente, con justa razón, en su ensayo sobre Porfirio Barba Jacob. Así la mayoría de los textos que recopila datan de esa época. Este ensayo, que inaugura la obra, de cierta manera retrata el problema que Upegui Benítez trata de delimitar a lo largo de su libro: ¿cómo armonizar con nuestra realidad americana - hecha de pasión descontrolada y miseria,  la letra y el saber - que se sienten y viven como lo “extranjero”?

Porfirio representa en su máximo esplendor a estos dos opuestos que parecieran irreconciliables. Tan irreconciliables que Upegui Benítez no puede sino fustigar a sus contemporáneos por no querer ni siquiera ver la paradoja inscrita en nuestra “cultura”. En “Nuestra torcida posición intelectual”, Upegui Benítez muestra cómo los intelectuales colombianos prefieren negar la realidad americana y su dolor, para aferrarse a la forma de una letra vacía:

¿Por qué, en lugar de escribir sobre los teólogos cristianos, no idea los medios de insuflar un poco de cristianismo a las zonas ignoras de campesinos fanatizados en donde florece la violencia, allá en Caldas, a pocos kilómetros de sus eruditas teorías? ¿Por qué, en lugar de divagar abstractamente sobre los resultados que podría traer para el hombre el encuentro con el mecanismo, no procura – desde la prensa y por todos los medios a su alcance – la formación de nuevas industrias en Manizales, en donde tantas cosas se necesitan [...]? ¿Por qué, en vez de hablar de la estética de la libertad, no estudia y promueve una amplia campaña para mejorar las condiciones infrahumanas y antitécnicas como funcionan las cárceles en su departamento y en Colombia?
Aunque los nombres hayan cambiado, esta actitud de “negación” - en el sentido sicoanalítico del término, sigue vigente para una gran mayoría de los intelectuales actuales. Hoy por hoy, a la miseria y a la ignorancia, se ha sumado la realidad de la ley ilegal del narcotráfico, de la corrupción y de la degradación moral del pueblo colombiano. Mirar de frente esta realidad, con espíritu critico para proponer soluciones viables que puedan guiar la sociedad hacia una vida decente, sigue siendo la labor que solo hombres de la calidad humana e intelectual de Upegui Benítez pueden realizar.

Por haber intentado una conciliación entre una realidad dolorosa y la conciencia de esa realidad compartida a través del arte, es tal ves que la novela china “Pueblo en agosto” mereció su atención. En la literatura, Upegui Benítez vió la posibilidad de ir más allá de la negación y el olvido de sí mismo. Y eso sin dejar de lado lo que el “otro”, lo extranjero, puede aportar, sino, al contrario, tomándolo, estudiándolo, analizándolo críticamente, como lo vemos en las “Reflexiones sobre la novelística moderna”.

A partir de un análisis crítico de la literatura nacida tanto en el bloque capitalista (Europa y Estados Unidos) como en el bloque comunista (Unión soviética y China), Upegui Benítez dibuja en este ensayo los grandes lineamientos del postmodernismo actual: la simultaneidad, lo efímero, el aspecto sicalíptico, la dispersión, el sarcasmo, la importancia de las pulsiones y de lo imaginario. Cual caja de Pandora, este análisis crítico termina con la esperanza en el porvenir de la literatura americana, que pudo ciertamente suscitar la época del llamado boom latinoamericano:
Frente a la literatura europea que anoté atrás, llena de decadencia y frustraciones, escéptica y desesperanzada, el hombre de América tiene ante sí un itinerario que representa el polo opuesto: la obra de nacimiento, de anunciación, de vida que se anuncia. Y, sobre todo, tiene la obligación de liquidar, de una vez por todas, la etapa de las influencias. Somos demasiado ricos y poderosos para que estemos solicitando préstamos estilísticos, de paisajes, de hombres y de fenómenos sociales. Somos demasiado poderosos para continuar representando el papel de mendigos.

¿Cómo lograr “liquidar la etapa de las influencias” ajenas, sino formando un linaje propio? En su ensayo sobre “Tres creadores antioqueños”, así como en el anteriormente nombrado sobre Porfirio, Upegui Benítez nos invita a reflexionar sobre la labor de quienes nos precedieron para aprender de ellos y continuar renovando los logros adquiridos. Sin embargo, Upegui Benítez va más allá de una simple reivindicación del pasado propio, no sólo el eje diacrónico tiene importancia, también la comparación sincrónica es esencial para la delimitación de la identidad americana, como nos lo muestra en su ensayo sobre la “Orientación de la cultura mejicana” y en las crónicas de viaje que forman la segunda parte de su libro, complemento necesario para esta reflexión sobre cómo ver y escribir la singularidad de nuestra realidad americana.

En la actualidad, son escasas las crónicas de viajes. ¿Será porque con el desarrollo del transporte aéreo, terrestre y marítimo, la tierra se ha achicado? Ahora podemos ir a “temporar” a Australia o a Guatapé, a Japón o a Santa Fé, a Copenhague o a La Pintada. Sin embargo, la experiencia geográfica no era únicamente lo que contenían las crónicas de viaje. Es la experiencia simbólica, la experiencia de la realidad humana lo que se trata de comunicar en esos relatos. Las crónicas de Upegui Benítez sobre Costa Rica, Guatemala y México nos traen la realidad humana específica de un tiempo y un lugar con sus particularidades que constituyen el fondo mismo de su universalidad.  

Estas crónicas nos enseñan tanto de nuestros compañeros continentales como de nosotros mismos: en vez de fotografías de viaje, anécdotas que narran el gesto humano, contadas con un humor fino y a veces mordaz, pero también en vez de prejuicios o tópicos comunes, descripciones del paisaje humano en las que se plasma toda su riqueza, sin dejar de lado la inevitable mezquindad.

A primera vista, Los anteojos y el lápiz se funda en una contradicción interna: en un estilo con fuerte influencia “extranjera”, francesa en el vocabulario y los giros estilísticos, Upegui Benítez trata de pensar y contar la realidad americana, criticando fuertemente aquellos que siguen los temas de los cánones viejos, que no permiten abordar lo novedoso. La contradicción es sólo aparente ya que, si reflexionamos sobre la forma de armonizar dos contrarios, el mismo escrito de Upegui Benítez nos demuestra que lo extranjero, una vez dominado, asimilado, integrado, constituye justamente la única posibilidad que hay de volver sobre sí mismo con la mirada fortalecida, renovada, y la pluma clara, certera.

Con esta obra, Upegui Benítez fue tan lejos en la labor de comprender nuestro vivir como pudo hacerlo su generación. Nos queda tratar de seguir su ejemplo, tratar de asimilar, comprender, explicar y compartir con nuestros contemporáneos la compleja realidad que es la de nuestra generación, a pesar del dolor y de la miseria que nos rodea.

Claudia Mejía Quijano
Diciembre 30 de 2006